domingo, 21 de septiembre de 2014

Migración de paseriformes en el Golfo de Vizcaya (II)

Costa cantábrica gallega, Ría do Barqueiro.




         La mayoría de los paseriformes migrantes, tanto en otoño como en primavera, se guían por el magnetismo terrestre o por las estrellas, instintivamente. Cada etapa se debe iniciar en las mejores condiciones físicas, para que sea larga, y al final de ella, las aves buscan un lugar favorable donde parar y recuperarse. Todo cambia si, en mitad del viaje, la meteorología se vuelve adversa, lo que las obliga a interrumpir su vuelo.





Mosquitero común (Phylloscopus collybita) capturado para anillamiento.

En términos generales, durante el otoño, los vientos de componente norte o cercanos favorecen el flujo migratorio de paseriformes, siempre que no sean fuertes en exceso. Parece que hay un mayor flujo con viento NE y N que con NO. Los principales factores inhibidores de los movimientos de aves son los vientos del sur y la lluvia, y en menor medida la niebla. En primavera se notan menos estos fenómenos; por una parte, la migración prenupcial suele seguir rutas más orientales, y por otro, las aves viajan con mayor rapidez.



Pinzón vulgar entre niebla.


Tarabilla norteña (Saxicola rubetra), migrante otoñal en la costa asturiana.
Algo similar a lo comentado para Asturias ocurre en observatorios del norte de Europa, como Falsterbo (Alerstam, 1978) o del sur como Gibraltar (Tellería, 1981), donde las aves parten con buenas condiciones meteorológicas y de visibilidad, y quedan retenidas por los factores reseñados.


Costa Atlántica francesa, Biarritz.


Faro de Ortigueira, Coaña.


Observando aves en la costa asturiana; Verdicio (Gozón).


Halcón peregrino en la costa asturiana.
En el periodo fenológico en que se produce el paso postnupcial, cuando el viento sopla de componente norte, el flujo de aves es constante, igual que la sedimentación de ejs en lugares favorables. Muchos pájaros dan el salto desde las costas francesas e inglesas, y muy posiblemente, al llegar a la costa cantábrica continúan su viaje hasta cubrir una etapa, de longitud marcada por sus reservas y la fuerza del viento que los empuja. Estas aves irán ocupando de forma más o menos homogénea los biotopos favorables para su estacionamiento temporal. Es habitual en otoño ver collalbas, bisbitas o alondras en prados y camperas litorales o en sierras más al interior, carriceros en zonas palustres, papamoscas en sotos y parques y, currucas y mosquiteros en zonas de matorral y arbustos.


Ría de Treto (Cantabria).


Mar Cantábrico al norte de Gijón.


Papamoscas gris (Muscicapa striata) recién llegado a la costa de Gozón.


Este panorama cambia cuando lo hacen las condiciones meteorológicas. Si predominan durante días los vientos del sur o la lluvia se presenta de forma persistente, el flujo migratorio se ve interrumpido; las aves se concentran en localidades favorables, y en lugares donde los migrantes se encuentran con un obstáculo importante (el mar o una cordillera), la densidad irá en aumento mientras no llegue un cambio favorable.

Curruca zarcera (Sylvia communis); sp común en el paso otoñal en la costa cantábrica.

Ruiseñor común (Luscinia megarhynchos).

Más información:
        Alerstam, Thomas (1978). Análisis and a theory of visible bird migration. OIKOS, 30: 273-349 (Copenhagen).
        Tellería, José Luis (1981). La migración de las aves en el Estrecho de Gibraltar. Volumen II: Aves no planeadoras. Universidad Complutense, Madrid.

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